Quizá hoy nos parece obvio asumir que la relación entre una madre y su bebé tiene una gran importancia. Pero esta idea no siempre fue tan evidente. De hecho, no lo sería hasta la creación de la Teoría del Apego por parte de John Bowlby, en la que se analizaron los efectos de la presencia o ausencia de madres o cuidadores.
Esta teoría sostiene que de niños desarrollamos un sistema de comportamiento que nos mantiene cerca de nuestros padres (o cuidadores en general), y a salvo de cualquier daño.
En este artículo te contamos en qué consiste esta teoría y cuáles son los tipos de apego que pueden desarrollarse en la niñez. Además, explicamos sus fases y la importancia de que este hecho se produzca de manera saludable.
¿Quién fue John Bowlby?
Bowlby fue un psiquiatra y psicoanalista británico, nacido en 1907 y educado en el seno de la alta sociedad burguesa.
Cuando John Bowlby cumplió cuatro años, la niñera que lo había cuidado desde su nacimiento dejó a la familia, y tiempo más tarde el niño fue enviado a un internado. Ya en su adultez, Bowlby manifestó lo determinante que fue para él esa separación, tratándola de algo tan trágico como la pérdida de una madre.
Signado por su propia experiencia, John Bowlby sintió la necesidad de centrar su trabajo en aspectos de los niños tales como la vinculación, la ansiedad ante la separación, y el miedo a la pérdida. Bowlby creía que los problemas de salud mental y conducta en los adultos eran consecuencia directa de la primera infancia.
Trabajó gran parte de su vida con niños que habían sido privados de sus madres, y criados en diferentes institutos. De hecho, desarrolló su teoría en la década del ‘50, cuando acababa de finalizar la Segunda Guerra Mundial. Como consecuencia, muchos niños habían vivido todo tipo de atrocidades y quedado huérfanos.
¿Qué es el apego?
Para Bowlby, se trata de un vínculo emocional desarrollado entre el bebé y sus tutores (padres biológicos, adoptivos u otros cuidadores). Este vínculo es fundamental para el desarrollo de la personalidad del niño.
Bowlby plantea que los bebés presentan distintos comportamientos con el objetivo de evitar la separación de su madre o tutor. También, cuando se reencuentran con un cuidador del cual habían estado separados físicamente.
Comportamientos tales como llorar, gritar y aferrarse físicamente, son en realidad mecanismos evolutivos para Bowlby: acciones que se refuerzan mediante la selección natural y aumentan las posibilidades de supervivencia del niño.
Para Bowlby, estos comportamientos son respuestas instintivas ante la amenaza que sienten los niños frente a la pérdida de su cuidador. También, conforman lo que denomina “sistema de comportamiento de apego”: se trata de la “estructura” que guía nuestros patrones y hábitos, y la manera que tenemos para mantener relaciones durante la adultez.
A modo de síntesis, podría decirse que los aportes fundamentales de la Teoría del Apego fueron los siguientes:
- Los niños tienen la necesidad innata de unirse a una figura principal de apego.
- Durante los primeros años de su vida, los niños deben recibir una atención continua de esta figura de apego.
- Los niños se angustian y reaccionan cuando se produce una separación a corto plazo de esta figura.
- Los niños desarrollan un modelo interno de acuerdo al tipo de apego que hayan experimentado. Se tratan de representaciones mentales que le permite comprender el mundo, el yo y el otro.
¿Qué tipos de apego se pueden manifestar?
Durante años se realizaron numerosas pruebas para teorizar sobre cómo reaccionan los niños ante la falta de sus cuidadores. Como consecuencia, Bowlby demostró que los bebés colocados en una situación desconocida y separados de sus padres, podrían reaccionar de tres maneras al reunirse con ellos: mediante el apego seguro, evitativo o ambivalente.
- Apego seguro
Este apego está signado por la incondicionalidad: el niño sabe que su mamá o cuidador no va a fallarle porque se siente querido, protegido y valorado.
Esto permite que el niño forme un concepto positivo y confiado de sí mismo, y con su entorno. Incluso, quienes han tenido un apego seguro en su infancia, suelen interactuar saludablemente con sus iguales durante la adultez. Para ellos no es un esfuerzo unirse íntimamente con las personas, y no tienen miedo al abandono. La dependencia es recíproca, y no les preocupa estar solos.
- Apego evitativo
La figura del cuidador sólo ofrece apego, disponibilidad física y emocional, de manera esporádica. Quienes presentan este tipo de apego, se han convencido de que no pueden contar con sus cuidadores. Como consecuencia, esto les provoca un gran sufrimiento.
Estos niños aprenden a vivir sintiéndose poco queridos y valorados. Además, en muchos casos no expresan sus emociones ni entienden las de los demás. Poseen un deseo de intimidad, acompañado siempre de inseguridad.
- Apego desorganizado
Aquí, el niño no confía en sus cuidadores y presenta una sensación permanente de inseguridad con respecto al abandono. La figura de apego ofrece respuestas desproporcionadas ante las demandas del niño. Esto genera desorientación en los bebés, en quienes se manifiesta una gran ansiedad e inseguridad.
En estos casos, los niños necesitan la aprobación de sus cuidadores, y vigilan constantemente que no los dejen. También, exploran el entorno de manera poco relajada, evitando alejarse demasiado de la figura de apego.
¿Cuáles son las fases del apego?
El apego es el encargado de proporcionar seguridad al niño en situaciones de amenaza. Pero, ¿nacemos con él? La respuesta es no: éste se va a formando con el correr de los meses, y alcanza su punto máximo cuando el niño llega a los 6 u 8 meses de vida.
A continuación, te explicamos brevemente las etapas:
Apego asocial (0 a 2 meses)
Durante esta etapa los niños son esencialmente asociales, lo que significa que aceptan a cualquier persona que les proporcione comodidad.
Muchas veces tratan de provocar el contacto físico y responden a estímulos de los demás, sin importar si se trata del cuidador o no. Además, manifiestan reflejos que tienen un alto valor para supervivencia (por ejemplo, el llanto y la sonrisa).
Si bien el vínculo de apego todavía no se ha formado, aparece un vago reconocimiento hacia la madre. Incluso, los niños manifiestan preferencia por su voz antes que la de cualquier otro adulto.
Apego indiscriminado (2 a 6/8 meses)
En esta etapa, los bebés disfrutan y necesitan de la compañía humana. Aún no distinguen claramente a su cuidador, por lo que responden igual ante quienes llamen su atención. Además, se enojan y manifiestan ansiedad cuando una persona deja de interactuar con ellos.
A partir de los tres meses, los niños comienzan a reaccionar más favorablemente ante caras que le son familiares. También, comienzan a sentirse más cómodos con su cuidador habitual.
Apego propiamente dicho (6/8 meses a 2 años)
En esta etapa, el bebé busca con firmeza a determinadas personas, ya que le proporcionan seguridad, comodidad y protección. Es decir, el niño ha encontrado a su figura de apego.
Se produce un vínculo afectivo extremadamente fuerte con la madre o tutor. A menudo, los niños manifiestan enojo y ansiedad cuando éstos desaparecen.
Casi todas las acciones del bebé están orientadas a la posibilidad de llamar la atención de su tutor y conseguir, por ende, una mayor presencia de él. Incluso, puede rechazar el contacto físico y mostrar temor e incomodidad ante extraños: sólo desea los brazos de su cuidador.
Formación de relaciones recíprocas (2 años en adelante)
A partir de los 2 años de edad, el niño comienza a entender que la ausencia de su cuidador no es definitiva, y de este modo logra calmar su ansiedad.
Aparece el lenguaje y la posibilidad de representar mentalmente, lo que le permite al niño predecir el retorno de su madre o tutor. Además, se vuelven cada vez más independientes, y comienzan a ser capaces de crear múltiples relaciones de apego.
Cuando finalizan estas fases, se ha formado un vínculo afectivo sólido entre ambas partes. De este modo, el niño ya no necesita de un contacto físico, ni se centra en la búsqueda permanente de su madre o cuidador. Esto es porque siente la seguridad de que responderá cuando la necesite.
¿Por qué es importante el apego?
El desarrollo saludable del apego tiene una vital importancia en los niños, así como consecuencias en su vida como adulto. Básicamente, el punto central es que la dependencia en la infancia conduce a la independencia en la adultez. Un niño que se aferra a sus padres o cuidadores porque sabe que puede contar con ellos, con el tiempo podrá convertirse en un individuo autónomo e independiente.
Es importante recordar que el primer año es el momento en el cual el cerebro (particularmente, el lado derecho), se va desarrollando más rápidamente. Es en este hemisferio en donde se concentran todas nuestras emociones. Aunque de grandes no recordemos estos primeros meses de vida, las emociones y el tipo relaciones que establecemos como adultos dependen en gran medida de la calidad de experiencias que vivimos siendo niños.
Establecer un apego saludable es un proceso continuo. Los padres o cuidadores son una figura fundamental a medida que los niños crecen y van ganando seguridad para conectarse con el mundo. Incluso de adolescentes, los jóvenes necesitan un lugar donde sentirse seguros, y contar con personas que demuestren afecto por ellos.
Los lazos afectivos que se establecen durante el primer año, y se fortalecen en la niñez y adolescencia; ayudan al niño a transformarse en un adulto feliz y completo.