Es difícil considerar que un parto orgásmico sea posible en una sociedad en la cual circulan constantemente experiencias dolorosas y traumáticas en torno al parir.
Sin embargo, existen numerosos testimonios de mujeres que han dado a luz de manera gozosa, manifestando placer físico y sexual. En esta nota te contamos acerca de otras formas posibles de parir y te explicamos por qué, en nuestra sociedad, aún resulta tan difícil asumir partos placenteros.
En la actualidad, consideramos con total naturalidad que los partos sean llevados a cabo por profesionales de la salud dentro de instituciones médicas. A pesar de ello, estos casos representan la menor proporción en la historia de nuestra humanidad. Durante siglos, la especie humana se ha reproducido y ha logrado sobrevivir en condiciones completamente distintas.
Históricamente, las mujeres han parido acompañadas de otras mujeres más experimentadas, que eran parte de su comunidad, como parteras y comadronas. Hasta el periodo clásico y medieval, los médicos solamente intervenían en estos procesos ante casos excepcionales (como cuando se necesitaba retirar un feto muerto de un útero). Es durante el siglo XVII, que se produce la tecnificación de la asistencia en el nacimiento, a partir de la incorporación de cirujanos en la atención al parto. Mientras que el parto medicalizado (en donde la parturienta es intervenida con medicamentos y tecnología) sucede en paralelo a la Revolución Industrial del siglo XIX (Macías-Intriago, et al. 2018).
Durante el siglo XX, se produce la institucionalización de los partos, lo que significó relegar los partos domiciliarios e instalar la obligatoriedad de procesos hospitalarios. Si bien el inicio de la asistencia institucional de los partos fue planteada como una manera de disminuir las muertes neonatales y de las parturientas, se consolidaron ciertas prácticas rutinarias y protocolizadas que homogeneizaron a la totalidad de los casos. Esto llevó a que los partos fueran incluidos en el modelo sanitario de enfermedad y, por lo tanto, comenzaran a concebirse como «patológicos».
Fisiología del parto
El útero es un órgano formado por haces de fibras musculares, que tienen una salida, el cérvix, en donde las haces se concentran para cerrar el útero herméticamente. El útero es elástico para modificarse a medida que el feto crece; es fuerte, para soportar el peso del bebé dentro del cuerpo materno; y flexible, para generar una salida cuando se desencadena el nacimiento.
Estos sistemas de apertura y salida se han ido modificando a medida que evolucionó la especie humana. Al adquirir erguidez y modificarse nuestra genética para convertirnos en seres bípedos, la naturaleza debió proveernos de nuevos sistemas de reproducción y gestación. El funcionamiento del útero se vincula con el sistema neuroendocrino y neuromuscular, que a su vez se encuentran ligados a la sexualidad de la mujer. Se considera que el orgasmo y el proceso de excitación previo fue el invento evolutivo para accionar la apertura del útero.
Según el trabajo del obstetra Grantly Read, el dolor constituye un sistema de defensa destinado a alertarnos sobre agresiones externas o disfunciones de algún órgano o sistema. Según Read, las capas de fibras musculares que forman el útero (longitudinales, circulares e intermedias) deberían funcionar de manera sincronizada, haciendo que cuando unas se contraigan las otras se distiendan, y viceversa. Las haces longitudinales se encuentran controladas por el sistema parasimpático, por este motivo solamente se activan en estado de relajación o sin estrés. Por lo tanto, las haces longitudinales ofrecen resistencia si las parturientas se encuentran ante estos estados, haciendo que el cervix se cierre y que se produzcan movimientos espasmódicos que producen dolor por el calambre muscular.
El útero y la sexualidad femenina
En el trabajo titulado “La sexualidad de la mujer”, las escritoras y activistas feministas Ana Cachafeiro y Casilda Rodrigáñez recuperan algunos datos importantes sobre esta temática. En dicho trabajo abordan algunos aspectos fundamentales acerca del funcionamiento y la concepción del útero en los distintos periodos humanos y cómo su manifestación natural ha sido modificada por procesos socializadores:
- Las contracciones uterinas son un componente esencial de los orgasmos femeninos. Sin embargo, siglos de patriarcado han hecho que el orgasmo cérvico-uterino no fuera tenido en cuenta, a diferencia del orgasmo vaginal, vinculado al falocentrismo.
- La palabra histeria proviene del término griego hysteron, que significa «útero». En la Antigua Grecia se creía que las enfermedades nerviosas de las mujeres ocurrían cuando el útero se desplazaba hacia arriba.
- El trabajo arqueológico ha permitido observar que en la Antigua Europa (6.500 y 3.500 a.C), el útero era considerado un elemento simbólico fundamental. Ocupaba un lugar análogo al que en la actualidad ocupa para nosotros el corazón: como aquel que late para darle pulso a la vida.
- La oxitocina es una hormona que produce el propio cuerpo humano para dilatar el cuello uterino. A la oxitocina también se la conoce como la “hormona del amor”, porque aumenta sus niveles durante los orgasmos. Sin embargo, la medicina alopática utiliza actualmente oxitocina sintética para acelerar los procesos de alumbramiento. Existen registros de cómo esta hormona se empleaba en las orgías griegas. Es decir, la misma química que ahora se emplea en los partos como dolor forzado, solía ser utilizada hace muchos siglos con fines afrodisíacos.
Hacia un parto orgásmico
Existen diversos testimonios de mujeres que han trabajado para lograr que sus experiencias de parto resultaran placenteras. La primera iniciativa para lograrlo consistió en conocer sus cuerpos y sus úteros, registrar sus movimientos y ciclos, para descubrir cómo lograr placer y orgasmos uterinos. Consiste en la superación de aquello a lo que el investigador y escritor Juan Merelo-Barberá se ha referido como el proceso de socialización que genera una ruptura psicosomática entre la conciencia y el útero. Por estos motivos, ha habido numerosos registros de viajeros, exploradores e investigadores que alegaban que en muchas culturas ancestrales y menos occidentalizadas, se desconocía el dolor en el parto.
Desde el momento en que la mujer se excita, el útero comienza a expandirse y contraerse, tiembla “como una medusa suspendida en el océano y luego a latir, como un corazón, o como el cuerpo de una rana”. Los procesos de socialización han tendido a catalogar de desagradables a los animales que se mueven de manera ondulante, al igual que el movimiento uterino. Esto sucede, por ejemplo, con la máxima expresión del pecado: la serpiente, “en el Génesis también se ordena la destrucción de la serpiente (el símbolo de la sexualidad de la mujer) y la prohibición de su conocimiento”.
Las experiencias de parto orgásmico las vivencian mujeres que paren en entornos cuidados y armónicos. Es importante que se sientan dueñas de sus propios procesos y trabajen en la reconexión sexual con el latido de su propio cuerpo y útero. Es un camino de desandar muchos años de partos desconectados, pero definitivamente vale la pena intentarlo.
Referencias bibliográficas
“Ensayos sobre el útero. Parto orgásmico y sexualidad femenina” (Compilación). Ediciones La Social (2015). Versión digital:
“Importancia y beneficios del parto humanizado”. Macías Intriago et al. (2018). Versión digital:
“Pariremos con placer” Casilda Rodrigañez. (2009). Ediciones Crimentales.