Este aumento se vincula, en gran medida, con los cambios que se implementaron en el Nuevo Código Civil y Comercial del año 2015, que flexibilizó y facilitó el trámite de separación. Pero también, con transformaciones a nivel social y cultural.
Cuando un matrimonio atraviesa problemas, muchos padres comienzan a realizarse preguntas como “¿deberíamos permanecer juntos por los chicos?”. Pese a que se trata de una situación difícil para la familia, permanecer casados sólo por el “bien” de los chicos, puede que no sea la mejor opción. Después de todo, un “buen divorcio”, es más saludable que un “mal matrimonio”.
Pero como todo gran cambio, el divorcio también trae aparejado ciertos efectos psicológicos en los niños. Por eso, en este artículo te explicamos en qué consisten esos efectos, y cuáles son las medidas que se pueden tomar para reducir el impacto. Unas pocas estrategias de apoyo pueden ser de gran ayuda para que los niños puedan adaptarse a la nueva situación de vida.
¿Cómo afecta psicológicamente el divorcio a los niños?
Cada niño vive el divorcio de una manera particular. Por lo general, el modo de afrontarlo depende de factores tanto internos, propios de su persona; como externos, vinculados con el contexto en el que se llevó a cabo la separación, o los cambios a futuro que ello implica.
Si bien no existen conclusiones absolutas sobre cuáles son los efectos del divorcio, numerosos profesionales han investigado sobre ello. Una de ellas es la psicóloga española Cristina Noriega, quien escribió un libro titulado “Divorcio, ¿cómo ayudamos a los hijos?”. En su escrito, busca hacer un esbozo sobre cuáles son las consecuencias psicológicas del divorcio, dependiendo de la edad de los niños:
Hasta dos años
Desde su nacimiento, el bebé comienza a confiar en los adultos gradualmente, en base a los cuidados que recibe. El vínculo más fuerte es con la madre, en primer lugar; y poco a poco, con el resto de los cuidadores.
Cuando son tan pequeños, los niños no entienden qué es un divorcio, ni todo lo que ello implica. Sin embargo, sí pueden percibir cualquier cambio que se produzca en el entorno. Por ello, son capaces de sentir la ausencia de uno de sus progenitores.
El hecho de no saber si su padre o madre volverá o no, puede generarles angustia. Lo más común es que lo manifiesten mediante llantos, irritabilidad, problemas en el sueño y para alimentarse.
Por ello, es fundamental que el bebé tenga contacto habitual con ambos padres. Además, es importante demostrarles que pueden confiar en ellos, y mantener los hábitos y las rutinas lo más estable posible.
De 2 a 3 años
Se trata de una etapa donde se producen grandes “hitos” (aprender a caminar, controlar las esfínteres, hablar). Frente al divorcio de los padres, el niño puede mostrar algunas dificultades que ralenticen el proceso de aprendizaje, o incluso ciertas regresiones. Es importante no castigarlo, sino brindarle confianza, y ayudarlo para que pueda seguir desarrollándose.
A esta edad, los niños son conscientes de lo que sienten (ira, tristeza, enojo), pero no son capaces de gestionarlo. Lo normal es que fantaseen con la idea de que sus padres vuelvan a estar juntos, ante la incapacidad de entender qué está ocurriendo.
Es fundamental acompañar al niño, y asegurar el contacto de ambos padres. También, compartir actividades y jugar con él, para que pueda expresar sus sentimientos.
De 3 a 5 años
Se trata de una etapa en donde se manifiestan muchos miedos: ya sea a quedarse solos, o a que sus padres dejen de quererlos.
Por todo esto, es importante corregir las posibles interpretaciones erróneas que tengan los niños sobre qué es el divorcio. También, insistir en que la culpa de ningún modo es suya, y que mamá y papá nunca lo van a abandonar. Finalmente, mantener en lo posible las rutinas y los hábitos, para que el niño sienta estabilidad y seguridad.
De 6 a 12 años
A nivel emocional, los chicos salen del egocentrismo y empiezan a ser más sensibles a sus propias emociones y la de los demás: comienzan a “empatizar”. Pueden entender con mayor facilidad qué es un divorcio, aunque no suelen expresar sus sentimientos, por miedo a dañar al padre o madre. En ocasiones, aparecen miedo al rechazo, o algunos sentimientos de culpa.
Los niños mantienen fantasías en torno a la unión de los padres. Cuando sus esperanzas no son confirmadas, suelen sentirse tristes, enojados y traicionados. Como consecuencia, muchas veces sufren de pesadillas, regresiones o sentimientos de abandono.
Por todo ello, es importante hacerle saber que su papá y mamá no lo van a abandonar: simplemente, no estarán juntos como pareja. También, estar abiertos al diálogo para cualquier pregunta que el niño pueda tener. Y por último, se recomienda mantener un contacto constante con el colegio, para informar sobre lo que sucede en casa, y reforzar el acompañamiento al niño en el ámbito académico.
Adolescentes
Esta es, quizá, la fase más complicada ya que los jóvenes están en plena búsqueda de su propia identidad. El divorcio suele complicar la construcción de la identidad, porque para ello necesitan sentir mucha seguridad. Por eso, es muy común que pongan a prueba a sus padres, sólo para confirmar que van a mantenerse a su lado.
Si el ambiente en el hogar no es seguro, aparecerán los miedos. Algunos jóvenes experimentan soledad, y buscarán la seguridad en grupo de iguales, en los que tendrá una dependencia excesiva.
En ocasiones, los adolescentes encontrarán la forma de expresar la ira y hostilidad a través de conductas nocivas como trastornos de alimentación, el consumo de sustancias, u otras conductas de riesgo. También, pueden aparecer problemas de depresión, ansiedad, u otros trastornos.
En ocasiones, aparecerán manifestaciones psicosomáticas: problemas gastrointestinales, dolores de cabeza, dermatitis, etc.
A esta edad, los padres deben explicar abiertamente y sin ambigüedad en qué consiste el divorcio. También, pueden implicar a sus hijos en la toma de algunas decisiones, como cuáles serán los días de visita, o cómo será la custodia compartida.
Por último, es importante no convertir al hijo en “confidente”, ni animarlo a tomar parte. Es fundamental que mantenga el contacto con ambos progenitores.
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¿Cómo explicar el divorcio a los hijos?
El modo de actuar dependerá siempre de la edad del niño. Pese a ello, estos consejos pueden adaptarse y servir en toda circunstancia:
- Transmitir la información clara, evitar confusiones. Es importante explicar de forma sencilla, que los papás ya no pueden vivir juntos.
- Si la decisión está tomada, plantear que el divorcio es definitivo. Hay algunas expresiones como “ya veremos qué pasa”, “por ahora”, “por el momento”; que no hacen más que confundir y generar falsas expectativas en los niños. Esto les impide aceptar la realidad de esa nueva situación.
- No poner culpas en nadie. La decisión fue tomada por dos personas adultas, entendiendo que es lo mejor para toda la familia. Los hijos tienen dos padres, y ninguno de ellos debería ser percibido como el culpable de la situación.
- Demostrar afecto, brindar seguridad. Que el niño sepa que ambos padres lo van a seguir queriendo por igual, y que podrán verse regularmente pese a no vivir bajo el mismo techo.
- Tratar de mantener la rutina.Esto brindará una estabilidad necesaria para que el niño pueda afrontar la separación.
- Trato pacífico entre padres. Cuanto más intensos son los conflictos entre los padres, mayor estrés y angustia producen en los niños. Es importante tratar de evitar la hostilidad (como gritar, o amenazar al otro).
- Evitar hablar mal del otro progenitor. Es fundamental proteger a toda costa las opiniones positivas que el hijo tiene sobre sus padres.
- Facilitar la relación con el otro progenitor. Especialmente, con aquel que no tiene la custodia.
- Mantener una comunicación eficaz entre progenitores, y con el hijo. Es importante que exista comunicación y coordinación entre los padres, para asegurar el bienestar de sus hijos. También, estar abiertos al diálogo con el niño, quien puede sentir una gran incertidumbre como consecuencia del divorcio.
¿Cuándo buscar ayuda para los hijos?
Cuando la separación es muy reciente, es normal que los niños luchen contra sus sentimientos, y manifiesten cambios comportamentales. Sin embargo, si los cambios de humor y en el comportamiento persisten, quizá sea momento de pensar en buscar ayuda profesional.
En esos casos, lo más adecuado es consultar con un psicólogo infantil. Con él se podrán discutir las preocupaciones, y educarse sobre algunas medidas a tomar.
La terapia infantil puede ayudar a tu hijo a lidiar con sus emociones. La terapia familiar también puede recomendarse para abordar los cambios en la dinámica familiar.
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